*Eréndira Zavala C*
Si han visitado Guanajuato, ya sea la ciudad capital o alguno de sus municipios, además de los recorridos tradicionales, quizá escucharon hablar de las charamuscas, y si escucharon a su curiosidad y las compraron, entonces probaron uno de los dulces más tradicionales de este estado.
Por definición, la palabra charamusca se refiere a las partículas de leña convertidas en fuego o ceniza, que escapan al viento en una fogata. Pero, según el Diccionario Enciclopédico Larousse de la Gastronomía Mexicana, las charamuscas son: “Figurillas hechas de caramelo, que originalmente tenían forma de un churro retorcido, pero el ingenio del mexicano ha logrado obtener diferentes formas. Se prepara con piloncillo hervido en agua; cuando éste alcanza su punto exacto de cocción, se retira del fuego y se trabaja estirándolo para lograr la forma deseada. En el estado de Guanajuato el dulce se trabaja y se estira para hacer figuras de muertos, momias o quijotes; algunas resultan ser verdaderas estatuillas o esculturas de caramelo, que los visitantes compran como recuerdo o curiosidad. En Salamanca, Guanajuato, es un dulce tradicional para los días de la Semana Santa. Las de Jalisco son similares a las de Guanajuato, pero las figuras son charros o mariachis con sarape de tela, que en muchas ocasiones se encuentran abrazando botellas de tequila. También se acostumbran en Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí y en el norte de Veracruz, donde a la mezcla de agua y piloncillo se la agrega canela”.
Su origen es incierto, se cree que a partir del establecimiento de los ingenios azucareros con los conquistadores españoles entre 1521 y 1810, en la segunda mitad de la Colonia, comenzó la elaboración de estos dulces. A quienes se dedican a ello se les conoce como chamusqueros, quienes deben trabajar con velocidad el caramelo antes de que se enfríe; caramelo elaborado con piloncillo y mantequilla originalmente, ya con el paso del tiempo se le han añadido sabores como coco o nuez y distintos colores al tradicional café.
Se les atribuyó un significado religioso que tenía que ver con aminorar el sufrimiento de Cristo durante la crucifixión, simbolizando la corona de espinas y regalándolas para recordar que Jesús se entregó por amor. A partir de la década de los años 50, las charamuscas comenzaron a moldearse en forma de momias, convirtiéndolas en recuerdos de la ciudad.
Aunque los ingredientes de las charamuscas son sencillos, su magia se encuentra en las manos de quienes les dan forma para transformarlas en un dulce tradicional que continúa vigente, después de dos siglos.